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Mostrando entradas de abril, 2022

Mitre 233

Cuando tenía ocho años nos mudamos con mis padres a Escobar. Detrás de una puerta blanca había dos casas, una delante y otra en el fondo. Nosotros vivíamos en la casa de adelante y en el fondo vivía un matrimonio con un hijo de mi edad que con el tiempo llegamos a ser grandes amigos. Lo que más me llamaba la atención de la casa era el patio. Estaba delimitado por un paredón enorme, mi pequeño pie calzaba justo entre ladrillo y ladrillo. Apoyaba el pie derecho, luego mi mano izquierda, y por último daba un salto, y en segundos estaba en la cima de ese enorme paredón; desde allí se veía todo el barrio, el pino longevo del vecino, una casa abandonada, pelotas de tenis en lo techos, papeles manchados de humedad, hojas de un otoño pasado, piñas que caían de los árboles. La primera vez que conocí el silencio fue en el paredón de la calle mitre, todavía recuerdo el vuelo de los gorriones hacia el sur. Había decidido que la altura era mi lugar. Todos los días cuando volvía de la escuela mi m