Ir al contenido principal

Mitre 233



Cuando tenía ocho años nos mudamos con mis padres a Escobar. Detrás de una puerta blanca había dos casas, una delante y otra en el fondo. Nosotros vivíamos en la casa de adelante y en el fondo vivía un matrimonio con un hijo de mi edad que con el tiempo llegamos a ser grandes amigos. Lo que más me llamaba la atención de la casa era el patio. Estaba delimitado por un paredón enorme, mi pequeño pie calzaba justo entre ladrillo y ladrillo. Apoyaba el pie derecho, luego mi mano izquierda, y por último daba un salto, y en segundos estaba en la cima de ese enorme paredón; desde allí se veía todo el barrio, el pino longevo del vecino, una casa abandonada, pelotas de tenis en lo techos, papeles manchados de humedad, hojas de un otoño pasado, piñas que caían de los árboles. La primera vez que conocí el silencio fue en el paredón de la calle mitre, todavía recuerdo el vuelo de los gorriones hacia el sur. Había decidido que la altura era mi lugar.

Todos los días cuando volvía de la escuela mi madre me preparaba la merienda y después me subía arriba del paredón. Hacía equilibrio hasta llegar al galponcito, que estaba en nuestro terreno, y me quedaba mirando el atardecer hasta que mi madre me llamaba para bañarme. Al poco tiempo de habernos mudado, mis padres se separaron. Empecé a ir solo al colegio, que quedaba a unas pocas cuadras, aprendimos a cocinar con mi papá, siguiendo recetas que nos mandaba mi abuela. Me preparaba la merienda y luego  paseaba entre los ladrillos de la casa hasta que salía la primera estrella. El vecino del fondo al verme solo me invitaba a jugar, se llamaba Jonathan. En su cuarto tenía una repisa llena de muñecos, desde un Batman sin cabeza hasta un spawn con su envoltorio original, pero lo que me llamaba la atención era una biblioteca que estaba en el comedor, fue mi primer encuentro con los libros. El primer libro que leí fue la poesía de Bécquer, todavía recuerdo el impacto que me provocó “volverán las oscuras golondrinas” A dónde se fueron las golondrinas le preguntaba a la madre de Joni y ella me decía “lejos” no me convencía su respuesta pero me dejaba llevar por esos versos sin entender lo que estaban diciendo, me dejaba llevar por su música.

 

Los abuelos de Jonathan vivían enfrente de la casa. Todas las tardes, cuando el sol bajaba se sentaban en la vereda y saludaban a los vecinos “buenas tardes, vecino”, ¿“cómo le va doña Paula?” y ellos sonreían mientras las horas pasaban. El barrio era tan lindo cuando la luna lo recorría. Viví varios años allí. El bebe y doña Paula me adoptaron como un nieto más. Él me decía pata larga por mi habilidad de trepar las paredes. Todos los mediodías almorzaban con ellos y después me llevaban al colegio. El bebe siempre me remarco que tenía que estudiar, “Pata larga la única forma de ser alguien es estudiando” me decía. Nunca entendí ese “ser alguien” de hecho todavía no lo entiendo, creo que es una forma de entrar en uno mismo, es necesario lograr esto cómo se estaba solo de niño, como cuando trepaba las paredes y me quedaba mirando el atardecer.  

A los cuatro años de estar en la casa de mitre falleció mi abuela, y mi papá decidió que lo mejor sería irnos a vivir con mi abuelo. El tiempo me fue separando de la casa mitre. Volví pocas veces. Le hice caso el bebe, me fui a vivir a capital, dejé todo lo que tenía cerca y me puse a estudiar por unos largos años para intentar ser alguien.

 La semana pasada volví a Escobar, bajé del colectivo y mientras buscaba la calle mitre me preguntaba qué cambio de ese niño que venía solo de la escuela pensando en buscar altura y perderse entre las nubes. Cuando llegué a mitre 233 la casa ya no estaba, había un edificio de cinco pisos. Enfrente, donde vivían los abuelos de Joni, quedaba solo doña Paula machacada por el tiempo, ya casi no veía, le tuve que recordar quien era. Me contó que el bebe había muerto. Me dijo que hasta lo último había preguntado por mí, “porque no viniste antes” me decía. No supe qué contestar. La abracé y le dije gracias. Me quedé esperando a que alguien sacara las sillas a la vereda, pero fue inútil, en la vereda solo se paseaban las hojas de un otoño dulce y severo. “Los tiempos cambiaron” me decía doña Paula, “antes la gente del barrio vivía diferente, antes eran menos egoísta, la felicidad ya no existe, se la llevó el bebe.” 

Me fui de mitre 233 cuando salió la primera estrella, como cuando era chico. Pero esta vez no estaban las paredes de ladrillos para trepar y refugiarme en el punto más alto

pero sigo siendo

ese mismo niño 

que piensa



en buscar altura



para perderse




entre las nubes…

 




Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Las cosas que perdemos en el mar

  Antes de irme de vacaciones soñé con la palabra “anhelo”. El sueño consistía, básicamente, en que me sorprendía la belleza de dicha palabra. Apenas me levanté, fui a buscar su etimología. Su significado es “el deseo intenso de conseguir algo” y proviene del verbo anhelare , que significa “respirar con dificultad, jadear”. La palabra me acompañó durante todas mis vacaciones en la costa atlántica. Este año me separé pocos días antes de viajar, por lo cual decidí irme con mis padres. Hacía mucho tiempo que no compartía vacaciones con ellos. Hace un año que mi padre está obsesionado con correr; encontró en ello un universo que lo convoca, que le da vitalidad. Si yo escribo para existir, mi padre corre para pensar. Los dos llevamos la palabra anhelo sobre el paladar: el deseo de lo sencillo, el deseo de mirar. Mi padre mira más allá de lo que lo rodea. Los primeros días salimos a correr por las calles de arena que rodeaban la casa y, una vez que nuestras piernas se acostumbraron ...

Un discurso (no) dicho

  Emmanuel Levinas decía que la esencia de la lengua es la amistad y la hospitalidad. La palabra "hospitalidad" proviene del latín "hospitalitas," que a su vez se deriva de "hospes," que significa "huésped" o "anfitrión." El concepto de hospitalidad implica ofrecer cuidado y protección a los que vienen de afuera. Generosidad de lo in-visible, es el criterio de hospitalidad. Quiero agradecer a cada uno de ustedes por brindarme su hospitalidad. Montaigne describía la amistad como una unión de almas, en que los amigos se convierten en una sola entidad en espíritu y pensamiento. Pienso este cumpleaños como una excusa para reafirmar la amistad que me une con cada uno de ustedes. También quiero saludar a mi familia que están allí, reunidos, al lado del fuego. Y también quiero saludar a los que no están presentes. Les pido por favor que nos demos vuelta uno segundos y miremos aquella nube que esta pasando por encima del sol y escuchemos aque...

La poesía y el teatro

Hace poco hice un taller de lectura de poesía, y me llevo a pensar ¿cuánto de teatro tiene a la poesía? la poesía se termina cuando es leída en voz alta. Es una suerte de conversación entre el sentir con el cuerpo y la potencia explosiva de la palabra. Es sabido que la poesía nació como vehículo de la trasmisión cultural. La importancia del ritmo, la respiración era tan importante como el propio mensaje. Los ruidos de la voz representan el alma de esas palabras, un ente vivo y autónomo. Entonces ¿podríamos observar cierta similitud entre leer poesía y la representación de una obra de teatro? ¿De qué forma se logra que esa capacidad de concebir un conjunto de imágenes se         transforme? La única forma de llegar a dicha transformación es mediante la interpretación. Y es aquí donde encuentro otra similitud, la creación. Un poeta intenta representar una imagen que lo cautiva, un sonido, un color, una textura. Escriben con los sentidos. ...