Hay dos maneras de pensar
la crisis: Una es como un discurso de control aplicadas por recetas
neoliberales y otra es pensarla como una manera de producir estrategias. El
capitalismo desarrolló una manera de combatir estas estrategias mediante el coaching,
que es una manera de “enseñar” a vivir. Es imposibles ir a tomar un café sin
leer frases en la pared como “vive simple”, “ríe mucho”, “ama sin límites”, “viaja
más”, “se libre”, “amar garpa”, etc. Estas frases diluidas son una manera de
percibir nuestro sometimiento a los automatismos del lenguaje. Estas palabras
hacen pasar falsos afectos. Su objetivo es que no reconozcamos el terreno que pisamos,
que tengamos expectativas banales a corto plazo. Es necesario producir un
lenguaje que interpele, es la única manera de suspender los automatismos del
lenguaje y apoderarnos de nuestra subjetividad. Es necesario una sensibilidad
que nos permita crear con lo que tenemos, es allí donde ocurren los milagros.
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