Ir al contenido principal

El día que mi abuelo me enseñó hablar en silencio



Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música

Aldous Huxley

Cuando estoy en clase de piano, mi profesor siempre me dice: <<Emi, los silencios están para algo en la partitura.>> ¿Por qué le tenemos miedo al silencio? ¿Por qué nos sentimos solos? La soledad no es ausencia sino la presencia de otra cosa, una especie de silencio.

Hace unos días me fui de vacaciones a la costa. Me llamó la atención ver cómo la gente se pierde en el sonido que sale de sus parlantes en vez de perderse mirando el mar. ¿No les alcanza con el murmullo del viento? Si el mar ya lo dice todo y no dice nada, las olas se aproximan a una comunicación sin palabras. ¿Cuál es el mensaje que carece de palabras? Cuando era chico siempre comíamos con la televisión prendida. Quedábamos atrapados por las palabras vacías de cualquier noticiero de turno.

Lo primero que hacía cuando llegaba a mi casa era prender la radio o la televisión, no soportaba el silencio. Hasta que empecé a visitar a mi abuelo más seguido. Los almuerzos con él consistían en sentarnos y no emitir una palabra durante media hora. Hablábamos con miradas. Si me pongo a pensar nuestra relación se profundizó los últimos años de su vida, los gestos eran todo.

Me di cuenta de la importancia de los gestos por un partido de fútbol: el ocho de mayo de 2008 jugó River, el equipo del cual soy hincha, contra San lorenzo, equipo del corazón de mi abuelo. No era un partido más ya que del otro lado estaba Ramón Díaz, ídolo indiscutido de River, así como también Andrés D’alessandro. La ida había sido a favor de San Lorenzo 2 a 1 en la cancha de San lorenzo y la vuelta fue en la cancha de River. Iba ganando River 2 a 0, pero en una ráfaga impensada lo empató San Lorenzo. Quedamos afuera. Fue un día triste. En aquel entonces vivíamos con mi papá en la casa de mi abuelo. La cancha de River estaba a dos horas allí. Era día de semana por lo cual los colectivos pasaban esporádicamente, y tarde un poco más en llegar. Abrí la puerta silenciosamente para no despertar a nadie, son esos momentos que uno hace más ruidos del que desea. Prendí la luz del comedor. Mi abuelo estaba sentado esperándome con los dedos de la mano entrecruzados arriba de la mesa, tenía una mirada picara, emitió una risa irónica, se levantó y se fue a dormir. Recibí la peor cargada futbolística de todos los tiempos.

Me pregunto si el miedo al silencio está relacionado con el aburrimiento. Hoy en día todo tiene que ser inmediato, cursos para tocar instrumentos en un mes, canciones que duran menos de tres minutos, las películas que cada vez duran menos. ¿De dónde viene el aburrimiento? El aburrimiento en un invento de occidente. Cuando lo monjes en el siglo IV no podían rezar al mediodía, por el intenso calor que los azotabas, lo denominaron demonio del medio día, de ahí nace la palabra aburrimiento. Es por eso que cuando una película dura más de dos horas la miramos de reojo o cuando un tema dura más de cuatro minutos, tenemos que escucharlo haciendo algo. ¿Cuál fue la última vez que miraste la forma de las nubes? Hay que aprender a aburrirse para distinguir la existencia del drama.

La última vez que vi a mi abuelo fue en un hospital. Ya no podía hablar. El silencio había aplastado sus últimas palabras. Quise animarlo, poniendo a Juan D’arienzo en mi celular, pero fue inútil, me miraba como diciéndome parece que no entendiste nada todo este tiempo. En su mirada se veían los años acumulados por el tiempo, uno tras otro. Sentí al tiempo más detenido que nunca. Me senté en la cama, agarré su mano pesada pero frágil, la acaricie mientras miraba sus ojos gastados, besé su frente y me fui sin mirar atrás. Por fin había aprendido hablar en silencio.

Comentarios

  1. Cuánta presencia tu abuelo, mi amigo. Me llevaste de paseo por un montón de lugares de nuestra infancia. Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar
  2. Palabras profundas y sinceras, esa es tu manera de expresarte.
    Y que anecdota inolviable la del cholo, que bastó con un simple gesto para que la cargada sea eterna jaja.
    El final del texto da muestra de esa conexión tan especial que tenían los dos, por eso una vez que se despidió de vos ya sabia que podía ir en paz y vos también lo sentiste así.
    Te mando un abrazo grande hermano.

    ResponderEliminar
  3. Excelente................El silencio expresa.....hay que amprender a comprenderlo....

    ResponderEliminar
  4. Pipa....capo! Disfruto de tu talento. Abrazo grande...

    ResponderEliminar
  5. Qué profundo ,tu abuelo fue una parte muy importante de mi vida como ahora lo es mi querido amigo José ,tu papá.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Una voz solamente

Hace poco me mudé a un departamento en el barrio de Colegiales. El departamento está en un primer piso. Lo que más me sofoca de este departamento es la vista. Antes mi escritorio estaba frente a un ventanal en un sexto piso, donde todas las mañanas veía como los pájaros cruzaban de cielo a cielo, como las hojas caian verticalmente  y tapizaban con su paleta de colores los autos que rodeaban la vereda de la ciudad. Los domingos se escuchaba el chirrido de las hojas por el asfalto. La vida de la ciudad transcurría frente a mi ventana. Ahora en cambio mi mirada se clava en una pared blanca que proyecta el silencio; el sonido de mi interior retumba en el espacio, las ondas sonoras nunca se pierden, chocan entre sí.    Miro a mi derecha y me reflejo en la ventana, a veces el vidrio tiembla por el río de motores de la calle Zapata; miró hacia abajo y veo mis dedos largos y huesudos caer lentamente sobre el teclado. Todavía no reconozco los árboles de la cuadra ni tampoco he visto un solo páj

Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia

En la esquina de mi barrio hay una vinoteca que se llama Pádico; está atendida por dos hermanos, Diego y Pablo.  Diego es el más serio de los dos, tiene pinta de ser el que lleva los números; Pablo es un vendedor nato, sabe a la perfección la característica de cada vino. Él puede recomendarte el vino indicado con tan solo una pregunta. ¿para qué estás? Siempre que voy, me quedo pensando en esa pregunta. Cuando quiero saber para qué estoy, agarro el tomo verde de Montaigne que está sobre mi escritorio; abro una página al azar y leo la primera frase. La última vez que me pasó esto, la frase decía: “La fuerza de la costumbre forja el cuerpo”. Esto me hizo pensar que la costumbre está asociada a un lugar de pertenencia y esto es fundamental para los tiempos que corren. El lugar de pertenencia se perdió en estos tiempos de sentimentalidad capitalista, donde prima el individualismo, y los imperativos de la alegría. Todo el tiempo nos obligan a construir nuestro propio bienestar. Es por eso q

La primera vez que (me) perdí

  Lo que te da terror te define mejor, no te asustés, no sirve, no te escapés, volvé Volvé, tocá, miralo dulcemente esta vez, que hay tanto de él en vos pero hay más de vos en él Gabo Ferro La primera vez que fumé fue frente al Mar, tenía doce años. Fue durante unas vacaciones familiares. Entré sigilosamente a la cocina mientras todos dormían, miré el paquete de cigarrillos que estaba sobre la mesa del comedor, lo abrí con mi pulgar derecho y elegí un cigarrillo al azar, lo guardé en el bolsillo de mi campera, luego me acerqué a la cocina y tomé el encendedor que estaba arriba de la mesada. Salí caminando hacia atrás. Sabía que la primera vez que iba fumar tenía que ser diferente. La casa estaba a una cuadra del Mar. Camine despacio mientras la arena se metía entre los dedos de mis pies. Era una noche estrellada, el canto de los grillos se mezclaba con el rumor de las olas. El viento estaba calmo, aun así, me estremecía. El corazón me latía más fuerte que de costumbre, estaba nervio