Hablan de modo vivaz
y sólo oímos el silencio y la luz que cae
Pascal Quignard
Primer movimiento:
Los primeros años de
mi infancia los viví en la casa de mi abuelo. Todas las mañanas eran iguales.
Mi abuelo sentado en la mesa del comedor, al lado su grabador negro sonando la
orquesta de Juan Darienzo. Cerraba los ojos y movía sus dedos sobre la mesa como
si estuviera tocando un piano. Pascal Quignard refiere a esto en el primer tratado
del libro “EL odio a la música” "se dice de ciertas lluvias que
martillean. De otras que tamborilean" La primera vez que escuche la lluvia
fue en los dedos de mi abuelo. Cada nota era afinada, afilada atravesaba las
paredes de la casa.
Segundo Movimiento:
Mi abuelo se ponía de pie
daba un paso a la izquierda
suspiraba
avanzaba con el pie derecho
juntaba los pies en una baldosa
buscaba aquellas manos
que nunca olvido.
Tercer Movimiento:
Cirilo solo con el ojo escuchaba las notas sensibles, conocía
los fantasmas sonoros, pero no lo asustaban.
Cuarto Movimiento:
La última vez que lo vi estaba internado en el hospital San
Agustín. En una habitación blanca donde las paredes proyectaban el
silencio. Me acerque a su cama, agarre mi celular y puse un tema de Juan
Darienzo. Era tal la angustia que le provocó que lo tuve que sacar. "solo
la música es desgarradora " decía Quignard. Pero ¿por qué no lo
conmovía como tantas otras veces? ¿Acaso por el pavor? Después de un tiempo
pensé que fue la violencia como irrupción del sonido. Fue la
última flecha. La Música se estaba convirtiendo en un recuerdo, no quedaba
imagen ni palabra. En la habitación quedó solo el Silencio. El Silencio del
nacimiento de una flor. El Silencio de la Luna. El Silencio de las rosas de
Zulema. El Silencio del vuelo estridente de los pájaros. El Silencio del
paraíso de la esquina. El silencio de una estrella que va desapareciendo,
abandonando los ritmos y los gritos hasta fundirse en el fondo nocturno de la
tierra.
Cuántas imágenes en pocas palabras, una vida recorrida entre recuerdos que se fijan por sonidos y detalles. Hermoso cruce de textos, ¿para qué sino leer? leemos para escribir, para olvidar, para tramitar el dolor y sin negarlo, continuar. Gracias por compartirlo
ResponderEliminarBellísimo texto. Llegué desde Burak. Saludos.
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