Ir al contenido principal

La insoportable levedad de la crisis




Cierros los ojos, y me entrego

a la certidumbre de los días

León Daer

 

Los Domingos son los días de más tranquilidad en mi barrio. Los autos pasan lentos, a veces un Benteveo me despierta con su canto en la ventana, el ruido del viento acariciando las hojas de los plátanos, el humo que se desprende de alguna parrilla, las nubes que van más lento que de costumbre, los rayos de sol que se reflejan en la ventana como dibujando algo. En mi casa nos movemos despacio, Tarkovsky está tirado patas para arriba en la cama, no se mueve. La quietud del domingo que pronto generar un movimiento. Empieza a bajar el sol la crisis se asoma, te atraviesa. En mi caso tengo solucionado lo que aqueja a la mayoría que es volver al trabajo los lunes, modifique mis horarios, le sume horas a los días, para escapar de la brutalidad del primer día de la semana. Pero fue inútil, la crisis existencial golpea con fuerza, me paraliza. Si me siento en el piano mis manos se inmovilizan, si me siento a escribir las palabras no llegan, a veces puedo mirar una película, pero generalmente el cine que me gusta agranda la crisis existencial del domingo. Hay palabras que me interpelan y suelo buscar su etimología, es una manera de empezar a tirar de un hilo. La palabra griega Krisis viene del verbo Krinein, que significa separar, decidir. Hay un momento en la tarde del domingo que la crisis está en el aire, parece ser que hay que decidir, hay que tener un plan para resolver la crisis. Las redes te ofrecen planes de contingencia para tales eventos, una película en Netflix, ver historiales en Instagram, un constante bombardeo de imágenes. Las redes deciden por vos, te solucionan la crisis. Parece ser que ya no hay momento para afrontar la crisis existencial. Todo se soluciona rápidamente, todo es revolución y alegría. La palabra “crisis” cambió su definición ya no es más decidir, separar, sino que podríamos definirla como “Estado de caos o incertidumbre que ocurre en un marco de inestabilidad que es solucionado por el consumo de redes sociales para poder retornar a un estado de normalidad y protección de un futuro”. Hoy el triunfo del neoliberalismo es el haberse apropiado del lenguaje si decimos “Crisis” automáticamente pensamos en economía, si digo “el domingo a la mañana estuve trabajando” se lo relacionara con el trabajo remunerado, no con el trabajo de pensar en la palabra “crisis”.  Tal vez sea necesario un estado de crisis, de caos, de incertidumbre para generar una ruptura, para poder decidir. La única manera que encuentro para afrontar la crisis de este domingo es escribiendo, ahora solo me queda callarme.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una voz solamente

Hace poco me mudé a un departamento en el barrio de Colegiales. El departamento está en un primer piso. Lo que más me sofoca de este departamento es la vista. Antes mi escritorio estaba frente a un ventanal en un sexto piso, donde todas las mañanas veía como los pájaros cruzaban de cielo a cielo, como las hojas caian verticalmente  y tapizaban con su paleta de colores los autos que rodeaban la vereda de la ciudad. Los domingos se escuchaba el chirrido de las hojas por el asfalto. La vida de la ciudad transcurría frente a mi ventana. Ahora en cambio mi mirada se clava en una pared blanca que proyecta el silencio; el sonido de mi interior retumba en el espacio, las ondas sonoras nunca se pierden, chocan entre sí.    Miro a mi derecha y me reflejo en la ventana, a veces el vidrio tiembla por el río de motores de la calle Zapata; miró hacia abajo y veo mis dedos largos y huesudos caer lentamente sobre el teclado. Todavía no reconozco los árboles de la cuadra ni tampoco he visto un solo páj

Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia

En la esquina de mi barrio hay una vinoteca que se llama Pádico; está atendida por dos hermanos, Diego y Pablo.  Diego es el más serio de los dos, tiene pinta de ser el que lleva los números; Pablo es un vendedor nato, sabe a la perfección la característica de cada vino. Él puede recomendarte el vino indicado con tan solo una pregunta. ¿para qué estás? Siempre que voy, me quedo pensando en esa pregunta. Cuando quiero saber para qué estoy, agarro el tomo verde de Montaigne que está sobre mi escritorio; abro una página al azar y leo la primera frase. La última vez que me pasó esto, la frase decía: “La fuerza de la costumbre forja el cuerpo”. Esto me hizo pensar que la costumbre está asociada a un lugar de pertenencia y esto es fundamental para los tiempos que corren. El lugar de pertenencia se perdió en estos tiempos de sentimentalidad capitalista, donde prima el individualismo, y los imperativos de la alegría. Todo el tiempo nos obligan a construir nuestro propio bienestar. Es por eso q

La primera vez que (me) perdí

  Lo que te da terror te define mejor, no te asustés, no sirve, no te escapés, volvé Volvé, tocá, miralo dulcemente esta vez, que hay tanto de él en vos pero hay más de vos en él Gabo Ferro La primera vez que fumé fue frente al Mar, tenía doce años. Fue durante unas vacaciones familiares. Entré sigilosamente a la cocina mientras todos dormían, miré el paquete de cigarrillos que estaba sobre la mesa del comedor, lo abrí con mi pulgar derecho y elegí un cigarrillo al azar, lo guardé en el bolsillo de mi campera, luego me acerqué a la cocina y tomé el encendedor que estaba arriba de la mesada. Salí caminando hacia atrás. Sabía que la primera vez que iba fumar tenía que ser diferente. La casa estaba a una cuadra del Mar. Camine despacio mientras la arena se metía entre los dedos de mis pies. Era una noche estrellada, el canto de los grillos se mezclaba con el rumor de las olas. El viento estaba calmo, aun así, me estremecía. El corazón me latía más fuerte que de costumbre, estaba nervio