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El pensamiento del poema

 

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Alberto Girri decía que un poema no se lo define, se lo reconoce. El poema no refiere a un objeto, no presupone, no destruye su afuera, no persuade, no vende nada, para muchos la inutilidad del poema para otros la utilidad del poema. En libro “El pensamiento del poema” Montalbetti sigue la pista de Alain Badiou, se centra en la premisa “El poema es una forma de pensamiento.” Elabora una serie de variaciones sobre esa idea de Badiou. Remarca que la primera pregunta es “¿Qué piensa el poema?” y no “¿En que piensa el poema?” Pensar algo es una operación mucho más interior que pensar en algo. Montalbetti dice que hay un riesgo en hablar del poema adoptando la forma del ensayo, que es una forma de prosa. Él dice “El poema es más periférico que la prosa”.

 

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El poema no tiene significado, el poema hace borde, piensa allí donde no significa, su pensamiento desborda significación. Podríamos decir que el trabajo del poema es con el lenguaje y no con el mundo, es decir, el poema es el pensamiento de la lengua misma. Y aquí Montalbetti hace una distención importante “La diferencia entre pensar y conocer es crucial. Por que es necesario reservar la palabra “conocimiento” a aquello que se tiene de un objeto, el objeto de conocimiento. El poema no apunta, ni supone, ni describe objeto alguno” A través de la sustracción apenas se nombra el objeto se desvanece, por lo tanto, el poema no está conectado directamente con lo que llamamos “realidad” tan poblada de objetos y eventos. Continua Montalbetti “el poema realiza una operación en el lenguaje, no en la realidad.” Creo que este poema de Juarroz pone en manifiesto a lo que quiere referirse Montalbetti.

 

Hago un pozo

para buscar una palabra enterrada,

si la encuentro,

la palabra cerrará el pozo.

Si no la encuentro,

el pozo quedará abierto

para siempre en mi voz.

 

3

Hay dos formas de concebir el poema. La primera es afirmar que el poema es la exploración de los límites del lenguaje, de la forma-poema. Y la otra es como apertura del ser, como una eclosión de aquello que viene a nosotros, que se nos presenta. La tentación de la primera es empujar al poema más allá del lenguaje. Y la segunda que el poema desvela un secreto de lo sensible. La solución de Badiou es rescatar el poema, hacerlo borde del lenguaje, otorgarle el estatuto de procedimiento que genere verdades, y hacerlo, finalmente, una forma de pensamiento.

 

4

Badiou dice “El poema, el gran poema, se deja traducir”. Él dice que lo que transita de una lengua a otra, lo que logra pasar de una lengua a otra, es un pensamiento. Lo que el poema piensa sobrevive victoriosamente la prueba del ritmo mutilado. No sólo del ritmo mutilado. Lo que el poema piensa sobrevive a todo aquello que se pierde en una traducción. Lo que se traduce del poema es su pensamiento. Lo que trata de traducir no es el material verbal sino el vacío encerrado por las palabras y sus propiedades estructurales, los espectros formales que sostienen cualquier acción poética.


5

En la parte final Montalbetti hace una comparación del poema con el paisaje dice: “Mi condición es el de viajante que admira un paisaje. Pero para admirar un paisaje primero hay que construirlo. Y paisaje existe como resultado de una serie de severas exclusiones… El pensamiento del poema queda impensado aún para la prosa. Sólo es posible decir algo que ofrecer sentido pero que no produce saber.” Con estas palabras termina el libro. Estamos atravesado por contexto donde las preguntas no importan, solo las certezas. La finalidad del capitalismo es eliminar las preguntas, ocupar el silencio pero para desgracia de este hay palabras que siguen vivas cuando ya no se respira.

 

 

 

 

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