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Esas pequeñas cosas

 

Son aquellas pequeñas cosas

Que nos dejó un tiempo de rosas

Joan Manuel Serrat

 

El día estaba nublado, las olas rompían en la orilla. Estábamos sentados con mi tío Arturo sobre una manta gastada por el sol. Al lado había un castillo de arena que resistía a la espuma de las olas. Una gaviota cruzaba el cielo como una mano que saluda. Mi tío siempre fue un tipo de pocas palabras como lo era mi abuelo. Él se había mudado hace unos pocos meses a Santa clara del Mar y yo había decidido ir a visitarlo. Nunca tuve una relación muy profunda con él, pero siempre hubo algo en su silencio que llamaba mi atención. Esa tarde me dijo que esa manta donde estábamos sentados había pertenecido a mi abuela Zulema, que todas las vacaciones que pasábamos en Santa Teresita llevaban esa misma manta. Me contaba que era una de las cosas que más apreciaba. Me sorprendió el valor sentimental que tenía esa manta para él. Me puse a pensar si los sentimientos se mueven desde nosotros hacia las cosas o si los sentimientos son el modo en que las cosas crean impresiones en la vida de cada uno de nosotros. Mi tío Arturo, al igual que Francis Ponge, hacia hablar a la manta. Parecía que todas las vacaciones que había pasado con su madre estaban representadas en ese trozo de tela. Me hizo pensar si yo tenía algún objeto que tenga ese valor simbólico. No, no tengo ninguno. Mi papá me dice que soy un desapegado emocional y yo le digo que recuerdo las cosas de otra manera. Pero tal vez ese desapego sea un síntoma de una época a la cual no puedo escapar. La actitud de mi tío me hizo acordar a una de mis poetas preferidas recientemente fallecida: Estela Figueroa, ella decía que el amor está en los pequeños detalles. Tal vez no tenga ningún objeto con valor sentimental pero esa tarde le dije a mi tío que, a lo lejos, en el horizonte, estaba lloviendo.

 


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