El sábado a la noche soñé que volvía a la casa de Castelli. Todo se mantenía igual que cuando tenía ocho años. La misma mesa redonda en la cocina, el reloj negro colgado en la pared, el almanaque con la foto de Gilda, hasta el aroma era el mismo. Mi abuelo se estaba preparando un té en su taza con bordes gruesos y transparente, se daba vuelta y me saludaba con una sonrisa lejana. A lo lejos venía Zulema caminando, su presencia me dejaba inmóvil. Me acercaba a mi papá, que estaba parado en el comedor y le preguntaba qué hacía Zulema viva si había muerto hace muchos años. Él me decía que antes de decidir desconectar el respirador se había acercado una empresa que criogenizaba los cuerpos enfermos y habían convencido a la familia que era una buena idea esperar algunos años a que salga la cura de su enfermedad. Mi padre me decía que habían hipotecado la casa para poder realizar la criogenización. Pero ahora ya está, la abuela está con nosotros, anda a darle un abrazo me decía con lágrimas en los ojos. Yo lo miraba con desconfianza, sabía que algo no andaba bien. Mientras tanto Cirilo estaba sentado en la mesa con su taza de té mirando fijamente la pared, mi papá estaba en el comedor mirando por la ventana. Zulema estaba en el baño con la puerta entreabierta, yo me acercaba y veía como se acomodaba el pelo, y debajo del cuero cabelludo, se veían un montón de circuitos eléctricos amontonados. Ahí me desperté. Supongo que ese sueño fue porque la noche anterior me quedé dormido leyendo “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”. Me gusta pensar la ciencia ficción como una forma de advertir posibles futuros. Ray Bradbury decía que la ciencia ficción no se ocupa del futuro sino del presente. En el universo de Dick ,como en nuestro universo actual, hay una inestabilidad del sujeto, la realidad cambia a una velocidad desenfrenada y el costo no es gratis. Mark Fisher en su libro “Realismo capitalista” dice: Nuestra cultura privilegia lo presente y lo inmediato: la anulación del largo plazo se extiende tanto hacia atrás como hacia delante en el tiempo. (Por ejemplo, un tema monopoliza la atención de los noticieros durante una semana, luego se olvida). Por otro lado, nuestra cultura es excesivamente nostálgica, proclive a la retrospectiva, incapaz de generar novedades auténtica. ¿Cuánto puede sobrevivir una cultura sin un aporte de lo nuevo? Entendiendo por nuevo como una singularidad combinatoria entre la ruptura y una continuidad. Así como en mi sueño creo que es necesario desconfiar el terreno por donde estamos caminando, pensar lo verdadero como un momento de lo falso.
El sábado a la noche soñé que volvía a la casa de Castelli. Todo se mantenía igual que cuando tenía ocho años. La misma mesa redonda en la cocina, el reloj negro colgado en la pared, el almanaque con la foto de Gilda, hasta el aroma era el mismo. Mi abuelo se estaba preparando un té en su taza con bordes gruesos y transparente, se daba vuelta y me saludaba con una sonrisa lejana. A lo lejos venía Zulema caminando, su presencia me dejaba inmóvil. Me acercaba a mi papá, que estaba parado en el comedor y le preguntaba qué hacía Zulema viva si había muerto hace muchos años. Él me decía que antes de decidir desconectar el respirador se había acercado una empresa que criogenizaba los cuerpos enfermos y habían convencido a la familia que era una buena idea esperar algunos años a que salga la cura de su enfermedad. Mi padre me decía que habían hipotecado la casa para poder realizar la criogenización. Pero ahora ya está, la abuela está con nosotros, anda a darle un abrazo me decía con lágrimas en los ojos. Yo lo miraba con desconfianza, sabía que algo no andaba bien. Mientras tanto Cirilo estaba sentado en la mesa con su taza de té mirando fijamente la pared, mi papá estaba en el comedor mirando por la ventana. Zulema estaba en el baño con la puerta entreabierta, yo me acercaba y veía como se acomodaba el pelo, y debajo del cuero cabelludo, se veían un montón de circuitos eléctricos amontonados. Ahí me desperté. Supongo que ese sueño fue porque la noche anterior me quedé dormido leyendo “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”. Me gusta pensar la ciencia ficción como una forma de advertir posibles futuros. Ray Bradbury decía que la ciencia ficción no se ocupa del futuro sino del presente. En el universo de Dick ,como en nuestro universo actual, hay una inestabilidad del sujeto, la realidad cambia a una velocidad desenfrenada y el costo no es gratis. Mark Fisher en su libro “Realismo capitalista” dice: Nuestra cultura privilegia lo presente y lo inmediato: la anulación del largo plazo se extiende tanto hacia atrás como hacia delante en el tiempo. (Por ejemplo, un tema monopoliza la atención de los noticieros durante una semana, luego se olvida). Por otro lado, nuestra cultura es excesivamente nostálgica, proclive a la retrospectiva, incapaz de generar novedades auténtica. ¿Cuánto puede sobrevivir una cultura sin un aporte de lo nuevo? Entendiendo por nuevo como una singularidad combinatoria entre la ruptura y una continuidad. Así como en mi sueño creo que es necesario desconfiar el terreno por donde estamos caminando, pensar lo verdadero como un momento de lo falso.
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