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La inquietud de un dia cualquiera

 

 



Tengo ocho
años. Estoy en el patio de la casa de Castelli. Mi primo está sentado en una reposera sobre el cemento. Tiene un vaso de cerveza en la mano y mira hacia el paraíso del vecino. La tarde está tambaleando. El aire está demasiado pesado. Me acerco a mi primo y le hago una pregunta sin sentido, empiezo hablar por hablar. Mi primo me dice que, si no tengo nada que decir que no hable, que le preste atención al silencio. Me sonrojo siento que hice algo mal. Me siento en el suelo y me quedo mirando el paraíso hasta que los grillos se hacen presente. Pasaron muchos años de aquel momento, hace no mucho tiempo pensé que mi primo me estaba citando una frase de Wittgenstein “de lo que no se puede hablar mejor callar”. Pero terminando de leer América profundo e Indios Porteños y Dioses me di cuenta que lo que me dijo mi primo esta más cerca de Kusch que de Wittgenstein. Kusch demuestra en ambos libros que la quietud este asociado al mero estar. Vivimos en una época donde lo dinámico prima sobre la quietud. El occidental se aísla del mundo, por que ha creado otro, integrado por maquinarias y objetos, y que se superpone a la naturaleza, dice Kusch. El mundo moderno traslada de su experiencia, mientras que el quichua es un estar asociado a la meseta. No soportamos la quietud, no soportamos escuchar como una brisa de verano acaricia las hojas del paraíso. Los espacios de espera son ocupados por la tiranía de las pantallas. Estoy seguro que en aquel momento si mi primo hubiese tenidos un Smartphone, le hubiese sacado una foto al vaso de cerveza con el paraíso de fondo. “Acá, tomando una birra, conectándome con la naturaleza”. Ya no existe el Mero estar en esta humanidad con pantallas, estamos siendo todo el tiempo y si no estamos lo parecemos. Creamos dos mundos ficticios: Uno interior donde pensamos que nos conectamos con nosotros mismo a través de meditación, psicoanálisis, tarot y otro exterior relacionado con las redes sociales, estamos en un no-mundo. Es allí donde aparecen los objetos como una manera de ser: El auto, el terreno, la casa propia. Son objetos indispensables para ser. Es entonces cuando hacemos horas extras en nuestro trabajo, postergamos nuestro ocio con la ilusión de ese objeto deseado para poder decir yo estoy siendo. Creemos que sabemos a dónde vamos pero no donde llegamos, Kusch se pregunta ¿Sera que el ciudadano moral cruza la frontera de la buena conducta, para cultivar la inmortalidad en los objeto? Es interesante la frase que solemos escuchar  cuando muere un familiar o alguien cercano “Al final no somos nada, no te llevas nada, hay que disfrutar” ¿Pero cuanto tiempo dura esa frase? Quizás una tarde. Enseguida agarramos el celular y nos ponemos a ver ofertas para cambiar el auto, para comprar ese par de zapatillas nuevas o cambiar el celular,y es entonces hacemos horas extras y esas palabras que pensamos al principio se dispersaron entre las nubes. Pero esa frase la volvemos a decir por que la realidad indudablemente se impone porque es dura, inflexible y lógica. Tenemos que reajustar la idea de que no somos una suma de cosas. Utilizamos las redes sociales para ratificar nuestra existencia, agrandarla un poco, y, en parte, registrarla en la mente de los otros. Pensamos que estamos realmente libres, pero , como dice Macedonio Fernàndez, somos solo un instante que palpita entra la tibia cuna y la tumba fría.

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