Ir al contenido principal

La inutilidad de las cosas

 


Hace unos días vi la película “El suplente” Una película donde Juan Minujin se transforma en Lucio, un docente universitario con una novela publicada, que acepta un cargo como profesor suplente de literatura de una escuela en la Isla Maciel. Apenas entra al aula él les pregunta a los alumnos para que sirve la literatura. Un joven le dice para dormir, otro para contar historias y uno de ellos le dice, burlándose, que para nada. Lucio afirmar lo que dice su alumno. La película va a continuar con Lucio apelando a todo su ingenio para sacar adelante sus clases en medio de un conflicto narco entre los intendentes de la zona. Pero lo que más me interesa pensar es el planteo de la utilidad de las cosas. En una época en donde todo lo que importa parece tener una utilidad práctica, un valor tangible. Vivimos cada vez más cerca del colapso por buscar la utilidad de las cosas. Usamos los objeto para ser alguien, estamos atados a los objetos, cultivamos su inmortalidad. Nos vemos devorados por ellos y el consumo. Estamos dispuesto a todos por conseguirlos, entregar lo que sea necesario hasta la misma naturaleza hasta nuestra propia naturaleza.  Por eso hoy más que nunca es fundamental la inutilidad de los objeto como respuesta, alli encontramos a la literatura que logra lo que el neoliberalismo quiero eliminar, la pregunta, porque de la pregunta nacen las ideas y de las ideas los conceptos. La película termina con Lucio colgando dos laminas del cuerpo humano y le pide a una de las alumnas que señale el corazón, luego los riñones y por ultimo el alma. El alma no esta en ninguna parte les dice. Todavía tenemos la esperanza de que el alma está en algún lugar  más allá de la tibia cuna y la tumba fría.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Las cosas que perdemos en el mar

  Antes de irme de vacaciones soñé con la palabra “anhelo”. El sueño consistía, básicamente, en que me sorprendía la belleza de dicha palabra. Apenas me levanté, fui a buscar su etimología. Su significado es “el deseo intenso de conseguir algo” y proviene del verbo anhelare , que significa “respirar con dificultad, jadear”. La palabra me acompañó durante todas mis vacaciones en la costa atlántica. Este año me separé pocos días antes de viajar, por lo cual decidí irme con mis padres. Hacía mucho tiempo que no compartía vacaciones con ellos. Hace un año que mi padre está obsesionado con correr; encontró en ello un universo que lo convoca, que le da vitalidad. Si yo escribo para existir, mi padre corre para pensar. Los dos llevamos la palabra anhelo sobre el paladar: el deseo de lo sencillo, el deseo de mirar. Mi padre mira más allá de lo que lo rodea. Los primeros días salimos a correr por las calles de arena que rodeaban la casa y, una vez que nuestras piernas se acostumbraron ...

Notas de la ciudad

  Ya nadie se pasea por las tardes evanescentes en las calles inundadas de hollín que emanan los señores ejecutivos frente al Icon Palace Hotel sus bocas pululan pululean los más sádicos y despiadados fluidos sobre los hombros cansados de sus admiradores que caminan con sus zapatos al revés  ya nadie mire el cielo ni por asomo del reloj buscan sus obligaciónes en la saliva arrastrada de estos nabucodonosores sin corbata que patean su espina dorsal y nosotros los que somos de aquí y de allá miramos con espanto y esperamos un paso atrás otro paso atrás y caminamos adelante.

Notas de la ciudad

  Vivimos en el corazón de una ciudad que se resquebraja en la luz oblicua de un sol que solo alumbra al vecino exangüe que mira su propio ombligo ¿Qué sucede con el alma que penan las señoritas con pestañas prestadas o con aquellos muchachos que, sin querer serlo, se funden en el opérculo claro de un pescado? La agonía está a la vuelta de la esquina solo queda esperar que el corazón frío de un transeúnte se escape por la ladera interna de algún vicio olvidado en un rincón.