Hace unos días vi la película “El
suplente” Una película donde Juan Minujin se transforma en Lucio, un docente
universitario con una novela publicada, que acepta un cargo como profesor suplente
de literatura de una escuela en la Isla Maciel. Apenas entra al aula él les
pregunta a los alumnos para que sirve la literatura. Un joven le dice para
dormir, otro para contar historias y uno de ellos le dice, burlándose, que
para nada. Lucio afirmar lo que dice su alumno. La película va a continuar con Lucio apelando a todo
su ingenio para sacar adelante sus clases en medio de un conflicto narco entre
los intendentes de la zona. Pero lo que más me interesa pensar es el planteo de
la utilidad de las cosas. En una época en donde todo lo que importa parece tener
una utilidad práctica, un valor tangible. Vivimos cada vez más cerca del
colapso por buscar la utilidad de las cosas. Usamos los objeto para ser alguien, estamos atados a los objetos, cultivamos su inmortalidad. Nos vemos devorados por ellos y el consumo. Estamos dispuesto a todos por conseguirlos, entregar lo que sea necesario hasta la misma naturaleza hasta nuestra propia naturaleza. Por eso hoy más que nunca es
fundamental la inutilidad de los objeto como respuesta, alli encontramos a la literatura que logra lo que el neoliberalismo quiero eliminar,
la pregunta, porque de la pregunta nacen las ideas y de las ideas los
conceptos. La película termina con Lucio colgando dos laminas del cuerpo humano
y le pide a una de las alumnas que señale el corazón, luego los riñones y por
ultimo el alma. El alma no esta en ninguna parte les dice. Todavía tenemos la
esperanza de que el alma está en algún lugar más allá de la tibia cuna y la tumba
fría.
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